Imagínese entrar en una sala llena de gente y darse cuenta de que casi 2 de cada 5 personas luchan contra la obesidad. No es sólo una lucha personal. Es una crisis sanitaria mundial que afecta a más de 650 millones de adultos en todo el mundo. La obesidad no sólo afecta a la forma de sentirse o al aspecto físico, sino que está relacionada con enfermedades potencialmente mortales como las cardiopatías, la diabetes e incluso algunos tipos de cáncer. Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto en el que la obesidad es tan común y qué podemos hacer para darle la vuelta?
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, las personas han luchado por sobrevivir frente a retos que, para los estándares actuales, parecen lejanos y ya no están presentes. Problemas como entornos hostiles, enfermedades recurrentes e infecciosas, sequías y escasez de alimentos fueron la perdición de las sociedades.
Con la Revolución Industrial, los líderes mundiales se dieron cuenta de que el peso corporal estaba relacionado con la salud general. La salud se convirtió en un factor clave para determinar el poder militar y económico de una nación: poblaciones más sanas significaban soldados más fuertes y trabajadores más productivos.
En el siglo XX, a medida que las poblaciones de los países más desarrollados y económicamente prósperos alcanzaron su potencial de crecimiento, también empezaron a ganar más peso que altura proporcionalmente y se convirtieron en una población más pesada en general. A finales de este siglo, en la década de 2000, la humanidad alcanzó un récord histórico cuando, por primera vez, el sobrepeso superó a la insuficiencia ponderal.
Comprender la obesidad
La obesidad, como todos sabemos, se define como el exceso de grasa corporal en el cuerpo. Hasta la década de 1970, la obesidad se medía tomando como referencia las tablas de "peso corporal ideal" creadas por las compañías de seguros médicos y de vida, que hallaron una asociación entre el aumento de la grasa corporal y la muerte prematura.
En la década de 1980 se introdujo el Índice de Masa Corporal (IMC), que sustituyó al anterior enfoque basado en el peso. El IMC estableció los límites de corte utilizados actualmente para el peso normal (IMC 19-24), el sobrepeso (IMC 25-30) y la obesidad (IMC >30).
Aunque el IMC se utiliza en todo el mundo, se reconoce que tiene muchas limitaciones, lo que ha llevado a buscar alternativas. Los estudios sugieren que la circunferencia abdominal puede ser un mejor correlato del riesgo de diabetes tipo 2. Pero la falta de métodos prácticos para medir la grasa visceral en exámenes rutinarios limita su uso como herramienta de cribado. Desarrollar formas de medir los compartimentos de grasa corporal es una prioridad para la investigación de la obesidad y los ensayos clínicos.
El equilibrio entre dieta y ejercicio en la vida moderna
Ingesta de energía
Según la termodinámica, la única forma de ganar peso corporal es ingerir más energía de la que se gasta.
En Estados Unidos, donde las tasas de obesidad se encuentran entre las más altas del mundo, se ha producido un aumento significativo del número de calorías que las personas consumen a diario. En los últimos 20 años, la ingesta calórica diaria media ha aumentado en unas 200 calorías por persona. Gran parte de este aumento procede de las bebidas azucaradas, como los refrescos y las bebidas energéticas, que ahora representan casi 25% de las calorías diarias de los adultos jóvenes.
Los alimentos baratos y ricos en calorías también están más disponibles que nunca. La comida rápida, los aperitivos procesados y las bebidas azucaradas son más accesibles y asequibles que nunca. Este cambio en nuestra dieta contribuye en gran medida al aumento de las tasas de obesidad en el país.
Si comprendemos cómo estos cambios en nuestro entorno alimentario contribuyen al problema, podremos empezar a tomar decisiones más saludables e invertir la epidemia de obesidad.
Producción de energía
Durante mucho tiempo, la falta de actividad física de la población estadounidense ha sido una preocupación creciente. Las investigaciones muestran que menos de 30% de las personas son suficientemente activas, 30% son algo activas pero no lo suficiente como para equilibrar su ingesta calórica, y el resto son sedentarias.
Los estudios también muestran un acusado descenso de la actividad física desde edades tempranas. Por ejemplo, el porcentaje de niños que van al colegio andando o en bicicleta ha descendido drásticamente: de 42% en 1969 a 16% en 2001.
Además, reducir simplemente la ingesta de calorías no es la solución. Con los bajos niveles de actividad física que tienen muchas personas hoy en día, incluso un pequeño exceso de calorías puede provocar un aumento de peso. Por lo tanto, abordar la obesidad requiere algo más que una dieta: también requiere aumentar la actividad física para equilibrar la ingesta de energía.
Un enfoque integral de la obesidad
La lucha contra la obesidad requiere un planteamiento global que equilibre la ingesta de calorías y la actividad física. Si bien es esencial hacer cambios en la dieta, aumentar los niveles de actividad física es igualmente importante en la lucha contra el aumento de peso y las afecciones de salud relacionadas. El camino hacia un estilo de vida más sano puede ser difícil, pero no está solo en él.
¿Está luchando contra la obesidad o tiene problemas de salud relacionados con el peso? Únase a nuestros ensayos clínicos y no sólo tendrá acceso a nuevos tratamientos, sino que también ayudará a que la investigación avance para muchas otras personas. Póngase en contacto con nosotros hoy mismo para saber cómo.